domingo, 15 de septiembre de 2013

Acorralando al cáncer

Ningún científico espera a estas alturas descubrir la cura del cáncer, un bálsamo sanalotodo que convierta este azote sanitario en un mal recuerdo del pasado como hizo la penicilina con las enfermedades infecciosas. Pero los oncólogos se esfuerzan en repetir que la mitad de los cánceres ya se curan, y la forma de luchar contra la otra mitad no es el desánimo, sino seguir mejorando  el diagnóstico precoz y apostando por la investigación con todas las nuevas herramientas que ofrezca la biomedicina. Una de las más importantes es la genómica, o análisis simultáneo de todos los genes de un paciente, incluida la comparación entre el ADN del tumor y los tejidos sanos circundantes de la misma persona. 

La genómica del cáncer no solo está consiguiendo descubrir y clasificar las mutaciones implicadas en la transformación tumoral de las células, sino también —como hemos sabido esta semana— los procesos biológicos que causan esas mutaciones, y que, asimismo, se pueden considerar la causa última del cáncer, y, por tanto, el principal enemigo a batir en los próximos años. Nada en esta disciplina científica es sencillo, y los últimos resultados no son una excepción: en los 30 principales tipos de tumor los investigadores han hallado nada menos que 20 firmas o procesos mutacionales distintos, y sospechan que no han agotado la lista, pese a lo exhaustivo de una investigación internacional que ha implicado a 14 países. Pero no se puede vencer al matarife sin conocer antes sus laberintos.

Algunos de los procesos mutacionales han resultado ser cualquier cosa menos sorprendentes. Es el caso de los efectos mutagénicos del humo del tabaco para el cáncer de pulmón y de la radiación ultravioleta de la luz solar para el melanoma; estos dos cánceres son, de hecho, los que más alteraciones genéticas acumulan de todos los conocidos. Pero hay otros mecanismos que no eran tan predecibles, como la mera edad o la disfunción de los sistemas de reparación y mantenimiento del genoma.
Los científicos españoles han tenido un papel relevante en el esfuerzo, al definir las firmas mutacionales de la leucemia. Este es el tipo de cosa que dejará de ocurrir en breve si los recortes miopes siguen cercenando el —nada escaso— talento doméstico.

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