Asma,
el fracaso de un control posible y necesario
Las cifras no dejan lugar a dudas. El asma
se ha convertido en un problema de salud pública de primer orden, tanto en los
países en vías de desarrollo como en los más ricos. Casi la mitad de los niños
menores de seis años han sufrido alguna vez en su vida lo que se conoce como
sibiliancias o jadeos, una de las expresiones más comunes de la enfermedad.
El asunto es por lo tanto aún más
importante en los menores que son, precisamente, los que menos pueden hacer
para atajarlo. Porque el problema es doble: los adultos no solo no evitan las
causas de la patología, sino que tampoco la manejan adecuadamente cuando se
presenta en sus hijos.
Así lo afirman con contundencia, varios
estudios publicados hoy en 'The Lancet', una de las revistas médicas más importantes
del mundo, que acompaña los trabajos con un durísimo editorial que, con el
título C'ontrolando el asma', llama a médicos, padres y políticos en implicarse
más activamente en la prevención y el manejo de esta enfermedad.
Los trabajos se han publicado con motivo
del Día Mundial del Asma, que se celebra el próximo martes y que incide en su
lema, "Tú puedes controlar tu asma", en el mismo mensaje que los
autores de los estudios y el editorial.
La polución, especialmente la generada por
el tráfico, se confirmó como uno de los factores controlables que más tienen
que ver en la incidencia del asma, una enfermedad de causas multifactoriales.
Pero el humo de los coches, así como de las fuentes de energía, es sin duda uno
de los agentes responsables más importantes. Michael Guarnieri y John Balmes,
de la Escuela de Salud Pública de la University of California, San Francisco
(EEUU) lo vuelven a demostrar en uno de los estudios que recoge 'The Lancet',
en el que revisan todo lo publicado sobre el asunto en los últimos cinco años.
Así, destacan que los contaminantes
presentes en el aire causan daño oxidativo a las vías respiratorias, que a su
vez provoca inflamación, cambios en la forma de las mismas y un aumento del
riesgo de la sensibilización a estos agentes. Sin embargo, afirman que la
evidencia sobre la causalidad de distintas partículas en el aumento de los
casos de la enfermedad no es uniforme en todas las investigaciones.
Lo que la ciencia sí tiene claro, porque la
evidencia científica ha seguido acumulándose en el último lustro es que las
exposiciones aunque sean a corto plazo al ozono, dióxido de nitrógeno, dióxido
de sulfuro, PM2.5 y la polución asociada al tráfico incrementan el riesgo de
exacerbaciones de los síntomas del asma. "Cada vez más datos apuntan a que
la exposición a largo plazo a la contaminación aérea, especialmente de los
vehículos rodados y su sustituto el dióxido de nitrógeno, puede contribuir a
nuevos casos de asma en niños y adultos", escriben los autores de la
revisión.
Sin embargo, se necesita más investigación,
sobre todo para dilucidar qué componentes exactos del humo que exhalan los
coches es más culpable de las exacerbaciones de la patología. En cualquier
caso, concluyen los investigadores, mejorar la calidad del aire requiere de
importantes esfuerzos por parte de los gobiernos, que tendrán que esforzarse
para alejar el apoyo de su economía en el uso de combustibles fósiles. Será un
dos por uno, concluyen, ya que esta misma estrategia ayudaría a mitigar los
efectos del cambio climático.
Otro de los estudios que recoge la revista
británica no pone ya tanto el foco en lo que se puede hacer para evitar la
enfermedad sino en cómo controlarla una vez que los niños la padecen. De nuevo,
la evidencia científica da un tirón de orejas al manejo de la patología, en
este caso por falta de utilización de tratamientos.
A pesar de que está demostrado que una
dosis baja pero diaria de corticosteroides inhalados puede prevenir las
exacerbaciones de los niños con episodios recurrentes de sibilancias, la
mayoría de los niños no reciben este tratamiento, como señalan en su estudio
los investigadores dirigidos por Francine Ducharme de la University of Montreal
(Canadá). No lo hacen porque los padres no perciben adecuadamente su beneficio,
porque los médicos son reticentes a prescribir tratamientos a largo plazo a los
más pequeños y porque los padres no cumplen adecuadamente con la medicación,
aunque esta sea recetada.
Además, existe preocupación en torno a los
efectos secundarios, por ejemplo su posible impacto en un menor crecimiento de
los pacientes, a pesar de que este es pequeño y depende mucho del fármaco que
se administre. Así, los autores recomiendan una mayor implicación en el control
de la enfermedad en los menores, que es también causante de un importante gasto
sanitario.
Otro de los trabajos que recoge 'The
Lancet' habla de cómo se han reducido los ingresos por asma tras la
implantación de la legislación antitabaco, por lo que anima a su
universalización.
En definitiva, este especial publicado por
el Día Mundial contra el Asma pone el foco en lo mucho que se puede y no se
está haciendo para controlar la enfermedad. En manos de los políticos, padres y
médicos está que la situación cambie.
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