sábado, 15 de febrero de 2014

La Estrella Polar se hace más luminosa 
El astrónomo Rafael Bachiller nos descubre en esta serie los fenómenos más espectaculares del Cosmos. Temas de palpitante investigación, aventuras astronómicas y novedades científicas sobre el Universo analizadas en profundidad.

Gracias a la comparación de medidas recientes con otras realizadas a lo largo de la historia, se ha descubierto que el brillo de la Estrella Polar viene aumentando desde hace siglos, quizás milenios. Aunque en la Polar se conocían pulsaciones de tipo Cefeida, que van acompañadas por variaciones periódicas de su brillo, las causas de este incremento continuado de su luminosidad son desconocidas.

"Soy constante como la Estrella Polar que por su estabilidad no tiene rival en el firmamento".... los astrónomos parecen empeñados en hacer extemporáneas estas palabras que Shakespeare puso en los labios de Julio César. Naturalmente la Polar actual, la estrella más brillante de la Osa Menor, no siempre estuvo en el polo Norte (y no lo estaba en tiempos de Julio César) pues la precesión del eje terrestre hace que el polo Norte describa una circunferencia en la bóveda celeste. Pero además, resulta que unos trabajos recientes vienen a demostrar que la posición aparente en el firmamento no es lo único que cambia en la actual Estrella Polar, también cambia su brillo.

Movimiento aparente de las estrellas en torno a la PolarLa Polar es una estrella supergigante amarilla, 2.440 veces más luminosa y 90.000 veces más voluminosa que el Sol. Situada a menos de 440 años luz de distancia, en la cola de la Osa Menor, es la estrella más fácil de localizar en el Hemisferio Norte. No es la más brillante, ni la más cercana, pero (después del Sol) la Estrella Polar es la más observada de nuestro hemisferio. Gracias a su posición fija en la bóveda celeste, con todas las estrellas girando aparentemente a su alrededor (como reflejo de la rotación terrestre), la Polar ha sido la guía de navegantes durante siglos. También para los astrónomos ha servido de referencia a lo largo de la historia tanto para orientarse en el cielo como para construir telescopios de montura estable.
Ya a mediados del siglo XIX, se comenzó a sospechar que el brillo de la Estrella Polar presentaba pequeñas alteraciones periódicas. A principio del siglo XX se confirmó que pertenece a la clase de las variables Cefeidas, estrellas que pulsan (contrayéndose y expandiéndose) con periodos comprendidos entre varios días y varios meses. De hecho, la Polar es la estrella Cefeida más cercana de las conocidas, su período es de tan sólo 3,9696 días y sus variaciones de brillo durante cada periodo son muy pequeñas.

Los astrónomos se llevaron una gran sorpresa cuando a principios de los años 1990, los pulsos de la Polar se amortiguaron y las pequeñas variaciones periódicas de brillo comenzaron a desaparecer. Parecía que la estrella iba a dejar de ser una Cefeida. En esa época Scott Engle de la Universidad de Villanova (Pensilvania) comenzó un intenso patrullaje de observación estudiando las variaciones. Hacia el año 2000, los pulsos recuperaron su fuerza y la amplitud de las oscilaciones comenzó nuevamente a crecer. Se ha observado que el periodo de las oscilaciones se va alargando por unos 3,5 segundos al año.
Las Cefeidas son estrellas de luminosidad constante (que solo depende de su periodo de pulsación) y, de hecho, son como balizas que nos indican claramente las distancias a las que se encuentran en el Universo. Localizando estrellas Cefeidas en galaxias progresivamente más y más lejanas, y midiendo sus periodos, Edwin Hubble estableció su famosa relación de proporcionalidad entre la distancia y la velocidad de las galaxias, una ley que conduciría a la teoría del Big Bang para el origen del Universo.

Sin embargo, gracias a sus observaciones tan frecuentes y precisas del brillo de la Polar, Engle y sus colaboradores pronto llegaron a una nueva conclusión sorprendente: el brillo de la Estrella Polar estaba aumentando. Dado que existen numerosísimas observaciones de esta estrella, los astrónomos acudieron a archivos progresivamente más antiguos para comparar sus datos con otros anteriores. Más recientemente han llegado a examinar datos obtenidos por William Herschel en el siglo XVIII, por Tycho Brahe en el XVI, por A-Sufí en el X, e incluso por Ptolomeo en el siglo II.

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