La
'huella' de los pesticidas en el Alzheimer
Es mucho todavía lo que queda por averiguar sobre el Alzheimer
y otras enfermedades neurodegenerativas, pero los cientos de grupos que
investigan sobre este tema arrojan, lentamente -sobre todo para pacientes y
familiares-, cada vez más luz sobre sus posibles causas. Uno de esos trabajos
es el que ahora publica la revista JAMA Neurology y que viene a incidir en la
importancia del ambiente en este trastorno. Porque esta investigación ha
identificado que haber estado expuesto a un pesticida como el DDT aumenta el
riesgo de tener este trastorno.
El DDT, sintetizado por primera vez en 1874, fue utilizado
ampliamente como insecticida agrícola y forestal a partir de 1939. Décadas más
tarde diferentes estudios demostraron sus efectos nocivos sobre la salud y se
fue prohibiendo paulatinamente en muchos países. Estados Unidos lo hizo en 1972
y España le siguió oficialmente a finales de esa década. Sin embargo, nuestro
país siguió permitiendo el empleo de esta sustancia para elaborar dicofol, un
plaguicida, y no fue hasta 2008 cuando lo prohibiría como sustancia
intermediaria para el desarrollo de otros compuestos.
Quizás por este uso prolongado, por la comercialización ilegal
o porque los metabolitos derivados del DDT, denominados DDE, permanecen varias
décadas en el ambiente y en el organismo humano, varios estudios han constatado
la presencia de estas sustancias en un gran número de personas. "Detectamos
DDE en el 100% de la población española. En Cataluña se hizo un estudio
representativo, donde se demostraba esta presencia, pero no es el único.
Siempre que se ha estudiado una muestra poblacional se encuentra DDE en la
totalidad de ellos, esto incluye a recién nacidos, lo que significa que el feto
ha estado expuesto a esta sustancia durante el embarazo", afirma Miguel
Porta, investigador del Instituto de Investigaciones Médicas del Hospital del
Mar (IMIM).
Este experto, que ha dirigido varias investigaciones al
respecto, señala que la presencia de DDE en sangre demuestra que "estamos
fracasando en detectar la exposición a esta sustancia, porque hacemos oídos
sordos a los estudios que nos dicen que estamos expuestos al DDE y que lo
vinculan con problemas en la salud".
Precisamente el grupo responsable del estudio que ahora
publica JAMA, dirigido por el doctor Dwight German, de la Universidad de Texas
(EEUU), publicó en 2011 un trabajo en el que se vinculaba la exposición a un
pesticida, el beta-HCH, con un mayor riesgo de enfermedad de Parkinson. En
aquella ocasión, "encontramos que los pacientes con Alzheimer no
presentaban en sangre niveles elevados de este pesticida, pero sí DDE. Por lo
que decidimos buscar más detenidamente esta sustancia".
La investigación
Por este motivo, iniciaron este nuevo estudio centrado en
buscar DDE en 86 pacientes con Alzheimer y en 79 personas sin este trastorno.
El análisis ha constatado que 74 de las personas con este trastorno tenían en
su sangre cuatro veces más cantidad de DDE que los 79 voluntarios sin este
problema. Además, aquellos sujetos con una mutación genética que les predispone
a tener esta enfermedad y con altos niveles del plaguicida en sangre habían
desarrollado un deterioro cognitivo más severo que los pacientes sin este gen.
Al mismo tiempo, los análisis de muestras de cerebro (de enfermos fallecidos)
mostraron que la presencia del metabolito del DDT aumentó la cantidad de una
proteína asociada con las placas amiloides características del Alzheimer.
"Nuestros datos necesitan replicarse en estudios con un
mayor número de participantes. Incluso aunque otros trabajos demostraran lo
mismo que este, las interacciones entre genética y entorno probablemente
tendrán un papel más importante que la exposición medioambiental por sí
sola", explica a EL MUNDO el doctor Jason R. Richardson, uno de los
autores de este trabajo y profesor asociado del departamento de Medicina
Ocupacional y Ambiental de la facultad de medicina Robert Wood Johnson de la
Universidad de Rutgers en Nueva Jersey (EEUU).
No obstante, Richardson no descarta que otros pesticidas estén
involucrados en este trastorno, "particularmente los organofosfatos. Ya
hay alguna evidencia de esto en la literatura científica", afirma.
Precisamente esa evidencia es la que apunta Porta: "Los
resultados no me sorprenden. Me parecen importantes, pero ya ha habido otros
estudios con resultados similares tanto para Alzheimer como para Parkinson. Lo
que me preocupa es que no atendamos a las pruebas científicas que van
apareciendo".
"Son datos muy atractivos, aunque este vínculo explicaría
sólo unos casos de Alzheimer, no todos. Si esto se confirmara en otros
estudios, todavía no sabemos de qué proporción de casos estamos hablando, ni
cuánto tiempo tendría que estar expuesta una persona ni a qué dosis. No
obstante, creo que lo más importante es haber llamado la atención sobre que
este vínculo, porque ahora se investigará más sobre esto", explica Pablo
Martínez Martín, neurólogo y director científico de la Unidad Multidisciplinar
de Apoyo de la Fundación Centro de Investigación de las Enfermedades
Neurológicas.
Por su parte, Guillermo García Ribas, coordinador del grupo de
Estudio de Conducta y Demencia de la Sociedad Española de Neurología (SEN),
señala que "el trabajo traduce la importancia del impacto ambiental en la
enfermedad neurodegenerativa. Se ha hecho, durante mucho tiempo, gran hincapié
en la genética, pero hay que tener en cuenta factores como la exposición a tóxicos".
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