Profesor del MIT y
empresario a los 13 años
Con voz aguda
infantil, Quin Etnyre resume sus experiencias a menudo como «guays» o
«divertidas». Es un niño delgado de 13 años al que le gusta nadar, jugar al
voleibol y bromear con los pedos. El año pasado, fundó una empresa y éste ha
empezado a dar clase a alumnos del Instituto de Tecnología de Massachusetts
(MIT, en sus siglas en inglés).
«A veces me aburro
un poco en clase», explica Quin a EL MUNDO. El niño sigue estudiando en su
colegio público en una pequeña ciudad de California, entre San Francisco y Los
Ángeles, aunque es capaz de resolver el cubo de Rubik en 16 segundos y aprendió
a programar en internet cuando tenía 10 años.
Con sólo tres
años, era capaz de resolver problemas matemáticos y construía puzles con una
rapidez que asombraba a su familia. Empezó jugando con los robots de Lego pero,
enseguida, se le quedaron pequeños. Navegando en internet, descubrió que había
un código con el que podía decidir cómo se comportaban sus propios robots. En
la Red encontró los kits de Arduino, un proyecto de código abierto nacido en
Italia en 2005 con circuitos y un software para programar. «Es todo gratis»,
dice, animoso.
El detector de
flatulencias
Sus padres,
médicos de familia, al principio no entendían qué hacía su único hijo pero,
cuando se dieron cuenta de que era algo especial, apoyaron su pasión y
promocionaron al pequeño inventor. Por su undécimo cumpleaños le regalaron una
sesión de formación sobre Arduino en la sede de una empresa electrónica en
Colorado, SpakFun Electronics. Quin dice que un día le gustaría trabajar en una
compañía así.
Gracias a lo que
aprendió, en apenas dos meses, Quin empezó a construir sensores capaces de
detectar luz, fuerza o temperatura para instalar en pequeños robots dirigidos
sobre todo a los más jóvenes. Para enseñar a los niños cómo funciona la
electrónica con algo que les pudiera divertir, inventó el Gas Cap, una gorra
con luces rojas conectadas a un sensor de metano, un componente de las
flatulencias.
En su web, cuenta
que construir este detector cuesta unos 100 dólares (74 euros) y manejarlo es
fácil: «Te tiras un pedo en el sensor de metano, transmites esa información por
wifi a la gorra y las luces LED se iluminan para que tus amigos vean lo
horrible que ha sido».
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